Lectura
bíblica: Lucas 24: 1-12 (2-3)
La
esencia de nuestra fe cristiana se resume a celebrar un día como el de
hoy.
Jesús
nació en Belén de Judá. Su nacimiento estuvo rodeado de momentos especiales, desde
su concepción hasta su parto. Creció en un hogar humilde de Nazaret. Vivió en casa con sus padres y fue una vida
normal salvo algunos destellos especiales que anunciaban su singular figura. Su
juventud fue recatada y en casa probablemente era el ayudante número uno de sus
padres y asumimos que de oficio carpintero igual que su padre terrenal, padre
putativo cuyo honor es el de aceptar por fe que su hijo se llamaría Jesús y que
fue engendrado por el ES. Su edad adulta muestra una independencia respetuosa
con sus padres. A los treinta años inicia el conocido ministerio evangelizador
incluyendo un anuncio fatal como es el de su muerte pero con una esperanza,
resucitaría al tercer día.
Es
de entender que la cantidad de milagros y discursos lo había hecho el ser más
popular en el mundo de ese siglo. Tanto lo fue que los políticos y poderosos se
sintieron amenazados, entonces perdieron la visión y peor el análisis del
contenido de sus anuncios.
Lo
que era necesario para el status quo de Roma, era eliminarlo porque era una
amenaza para el imperio del César. No se podía combatir sus ideas y propuestas.
Era muy fuerte la oposición y ni por un momento se les ocurrió estar de su
lado.
Triunfan
con el acometimiento de su plan, lo matan y lo entierran. No sabían que se daba
cumplimiento a lo por EL anunciado.
La
total sorpresa es cuando al tercer día se denuncia que no hay su cuerpo, HA
RESUCITADO, fue el grito de las mujeres.
Luego
vienen las evidencias y se sigue buscando a quien movió la piedra, se estudia
el sudario, se guardan las piedras.
Otra
vez se pierde la perspectiva de sus palabras. Ha vencido a la muerte y está
vivo. Ascendió a los cielos. Nos dejó el ES que es el Consolador y quizás lo
sobresaliente es que viene otra vez, es decir es EL y no sus ropas, es EL y no
su tumba, es El y no la cruz. Es EL y nadie mas el motivo de la fe. Lo demás
puede ser pura religiosidad intrascendente.
EL
VIVE!
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