1:3 Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes,
1:4 muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos.
1:5 Y les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía; y que los criase tres años, para que al fin de ellos se presentasen delante del rey.
1:6 Entre éstos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá.
1:7 A éstos el jefe de los eunucos puso nombres: puso a Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego.
1:8 Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse.
1:9 Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos;
1:10 y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza.
1:11 Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías:
1:12 Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber.
1:13 Compara luego nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey, y haz después con tus siervos según veas.
1:14 Consintió, pues, con ellos en esto, y probó con ellos diez días.
1:15 Y al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey.
1:16 Así, pues, Melsar se llevaba la porción de la comida de ellos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres.
Según los comentaristas, Daniel, quiere decir DIOS ES MI JUEZ, y significa mucho por el impacto en medio de una cultura pagana que no daba ningún crédito a Dios.
Por otro lado este joven de clase humilde, personifica al común de los creyentes que, confesando a su Señor y viviendo como Dios manda, llega a niveles de influencia insospechados.
También hemos de recordar que sus profecías son originales y apocalípticas. Originales porque suceden por medio de un don que Dios mismo le concedió: interpretar los sueños del rey. Apocalípticas porque describen el fin de los tiempos con muchas simbologías, las misma que conjugan muy bien con las visiones de Juan en Patmos.
Es conocido este joven Daniel porque fue lanzado al horno de fuego y al foso de los leones, pero esta mañana prefiero hablarles de un ejemplo de integridad.
Estudioso, inteligente y destacado entre muchos. Supo escoger sus amigos, lo cual no siempre se hace bien en la vida.
Su presencia llamaba la atención, observemos detenidamente como el jefe de los eunucos lo llama y como llama a sus amigos. Delata su paganismo sin duda pero aun así se refiere con justeza a Daniel.
Daniel en el palacio, no pierde la cordura y sabe que se puede contaminar facilmente y decide no hacerlo, ni aun con la comida consagrada a los idolos. El va a probar la dieta mediterránea de la cual hoy se habla mucho.
Otra virtud era la de caer en gracia y no en desgracia. Es decir no era pesado en su carácter.
En premio a esta su integridad, Dios lo va a usar, junto con sus amigos. Disfrutemos de esta historia narrada en el capítulo 2, escrita en arameo hasta el 7, a diferencia de los capítulos 1,8-12 escritos en hebreo.
Cerremos esta exposición recordando el verso 4 del capítulo 12:
PERO TU DANIEL, CIERRA LAS PALABRAS Y SELLA EL LIBRO HASTA EL TIEMPO DEL FIN. MUCHOS CORRERAN DE AQUI PARA ALLA, Y LA CIENCIA SE AUMENTARÁ.
La ligadura con el apocalipsis es innegable (ver Ap. 14:9). Solo la voy dibujar con este ejemplo, que constituye la prueba de que sus profecías se siguen cumpliendo.
Dios nos bendiga y nos anime a seguir este ejemplo de integridad.
Pr. Roberto Proaño