sábado, 19 de febrero de 2011

Un Milagro en el Desierto



Lectura Bíblica: Ezequiel 47:1-12

47:1 Me hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí
aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente; porque la
fachada de la casa estaba al oriente, y las aguas descendían de debajo, hacia el
lado derecho de la casa, al sur del altar.
47:2 Y me sacó por el camino de
la puerta del norte, y me hizo dar la vuelta por el camino exterior, fuera de la
puerta, al camino de la que mira al oriente; y vi que las aguas salían del lado
derecho.
47:3 Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su
mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos.
47:4 Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas.
Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos.
47:5
Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían
crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado.
47:6 Y me dijo:
¿Has visto, hijo de hombre? Después me llevó, y me hizo volver por la ribera del
río.
47:7 Y volviendo yo, vi que en la ribera del río había muchísimos
árboles a uno y otro lado.
47:8 Y me dijo: Estas aguas salen a la región del
oriente, y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar,
recibirán sanidad las aguas.
47:9 Y toda alma viviente que nadare por
dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por
haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que
entrare en este río.
47:10 Y junto a él estarán los pescadores, y desde
En-gadi hasta En-eglaim será su tendedero de redes; y por sus especies serán los
peces tan numerosos como los peces del Mar Grande.
47:11 Sus pantanos y sus
lagunas no se sanearán; quedarán para salinas.
47:12 Y junto al río, en la
ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas
nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen
del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para
medicina.


El fluir de Jesús en nuestra vida es ser recipientes de la bendición espiritual, especie de lagunas que tienen una vertiente de agua y un desaguadero, un río que luego fluye como un río que corre. El agua cambia constantemente sino se estanca y ya no es agua limpia y pura; así como el agua cambia, así hay un cambio en nosotros, imperceptible a veces como en la tranquilidad de una laguna, que expresa una paz...paz de Jesucristo que sobrepasa todo entendimiento, que fluye en nosotros, en el servicio, en la adoración, en testimonio, a través de los diferentes ministerios de la iglesia.
Pero a veces nosotros terminamos como aguas estancadas. Esto nos produce tristeza, el Espíritu no fluye en nosotros y menos desde nosotros. Ha matado el agua viva en nosotros, nuestras actitudes negativas, una baja autoestima, una imagen incorrecta nos aleja de los otros, las dudas cubren nuestra fe...nos cuesta trasformar la tristeza en gozo, deseamos seguir a Jesús sin tomar la cruz, la palabra sazonada escasea en nosotros, nuestra familia comienza a sufrir y nosotros no tenemos agua de vida para ellos. Nos quedamos secos y sedientos, sin hojas sin flores y sin frutos. Pero Jesús nos habla al corazón y nos dice: "ven a mí y de tu interior correrán ríos de agua viva". Y cuando venimos a Él, aunque hubiere problemas en nuestra vida, tendremos paz porque el fluir del Espíritu Santo será como un río que corre y nuestra vida irá de bendición en bendición, entonces Dios hará un milagro en mí y nos usará para llevar vida; para que Jesús pueda hacer también un milagro en otros.
Pr. Julio Cabrera

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