Lectura bíblica: Jeremías 2: 13-24 (19b)
Este profeta es conocido como el profeta llorón. Se gana este título porque en efecto en varios momentos lo vamos a encontrar llorando por el pueblo perdido y rebelde, intercediendo para que Dios no los castigue, consumiéndose en la predicación del arrepentimiento y la cobertura para que los enemigos no los ataquen.
De lo más sobresaliente, me parece que son sus aflicciones, relatadas en estas dos metáforas: la de las cisternas rotas y la de la vid.
El reino de Judá hay que recordar que era una parte de esa gran nación dividida. Estaba al sur sometida a múltiples ataques por parte de otros pueblos guerreros e internamente se había producido un cambio de reyes. Ezequías un buen rey y temeroso de Dios, muy allegado a Isaías, había muerto y fue sucedido por Manasés, rey opuesto al anterior, en nada sujeto a Dios, antes rebelde y pagano. Gobernó 52 años, ordenó aserrar a Isaías, fomentó la idolatría.
Judá en tales circunstancias era intervenida por Jeremías, quien abogaba por su redención y rehabilitación ente los ojos de Dios.
Como no lo escuchaban Jeremías usa varios discursos, de los cuales hoy quiero usar el de las cisternas rotas y el de la vid.
En el primer pecado nos enseña como siendo recipientes de las bondades de Dios podemos tener grietas y no retener nada de que se nos da.
En el segundo caso el pecado es que a pesar de ser semillas escogidas podemos crecer y cambiarnos de arbusto.
Las preguntas de cajón son: Cómo está mi vida comparada a una cisterna, tiene agua y la retiene, es fresca, disponible para el consumo a toda hora?
Cómo está nuestro sarmiento, en la vid verdadera o nos hemos cambiado de rama, una parte de nosotros está en la santidad y el resto no?
Es mi oración que esta mañana, ante el llanto de Jeremías decidamos salir de estos casos de pecado. Dios sabe de tu vida y te está hablando al oído personalmente. No es una palabra para el vecino, es para ti.
Dios te bendiga ricamente
Pr. Roberto Proaño S.
2:13 Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.
2:14 ¿Es Israel siervo? ¿es esclavo? ¿Por qué ha venido a ser presa?
2:15 Los cachorros del león rugieron contra él, alzaron su voz, y asolaron su tierra; quemadas están sus ciudades, sin morador.
2:16 Aun los hijos de Menfis y de Tafnes te quebrantaron la coronilla.
2:17 ¿No te acarreó esto el haber dejado a Jehová tu Dios, cuando te conducía por el camino?
2:18 Ahora, pues, ¿qué tienes tú en el camino de Egipto, para que bebas agua del Nilo? ¿Y qué tienes tú en el camino de Asiria, para que bebas agua del Eufrates?
2:19 Tu maldad te castigará, y tus rebeldías te condenarán; sabe, pues, y ve cuán malo y amargo es el haber dejado tú a Jehová tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor, Jehová de los ejércitos.
2:20 Porque desde muy atrás rompiste tu yugo y tus ataduras, y dijiste: No serviré. Con todo eso, sobre todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso te echabas como ramera.
2:21 Te planté de vid escogida, simiente verdadera toda ella; ¿cómo, pues, te me has vuelto sarmiento de vid extraña?
2:22 Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor.
2:23 ¿Cómo puedes decir: No soy inmunda, nunca anduve tras los baales? Mira tu proceder en el valle, conoce lo que has hecho, dromedaria ligera que tuerce su camino,
2:24 asna montés acostumbrada al desierto, que en su ardor olfatea el viento. De su lujuria, ¿quién la detendrá? Todos los que la buscaren no se fatigarán, porque en el tiempo de su celo la hallarán.
Este profeta es conocido como el profeta llorón. Se gana este título porque en efecto en varios momentos lo vamos a encontrar llorando por el pueblo perdido y rebelde, intercediendo para que Dios no los castigue, consumiéndose en la predicación del arrepentimiento y la cobertura para que los enemigos no los ataquen.
De lo más sobresaliente, me parece que son sus aflicciones, relatadas en estas dos metáforas: la de las cisternas rotas y la de la vid.
El reino de Judá hay que recordar que era una parte de esa gran nación dividida. Estaba al sur sometida a múltiples ataques por parte de otros pueblos guerreros e internamente se había producido un cambio de reyes. Ezequías un buen rey y temeroso de Dios, muy allegado a Isaías, había muerto y fue sucedido por Manasés, rey opuesto al anterior, en nada sujeto a Dios, antes rebelde y pagano. Gobernó 52 años, ordenó aserrar a Isaías, fomentó la idolatría.
Judá en tales circunstancias era intervenida por Jeremías, quien abogaba por su redención y rehabilitación ente los ojos de Dios.
Como no lo escuchaban Jeremías usa varios discursos, de los cuales hoy quiero usar el de las cisternas rotas y el de la vid.
En el primer pecado nos enseña como siendo recipientes de las bondades de Dios podemos tener grietas y no retener nada de que se nos da.
En el segundo caso el pecado es que a pesar de ser semillas escogidas podemos crecer y cambiarnos de arbusto.
Las preguntas de cajón son: Cómo está mi vida comparada a una cisterna, tiene agua y la retiene, es fresca, disponible para el consumo a toda hora?
Cómo está nuestro sarmiento, en la vid verdadera o nos hemos cambiado de rama, una parte de nosotros está en la santidad y el resto no?
Es mi oración que esta mañana, ante el llanto de Jeremías decidamos salir de estos casos de pecado. Dios sabe de tu vida y te está hablando al oído personalmente. No es una palabra para el vecino, es para ti.
Dios te bendiga ricamente
Pr. Roberto Proaño S.
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