domingo, 27 de octubre de 2013

A largo plazo

Lectura bíblica: Romanos 11: 1-10 (26)
11:1 Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín.
11:2 No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció. ¿O no sabéis qué dice de Elías la Escritura, cómo invoca a Dios contra Israel, diciendo:
11:3 Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme?
11:4 Pero ¿qué le dice la divina respuesta? Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal.
11:5 Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia.
11:6 Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra.
11:7 ¿Qué pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos;
11:8 como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy.
11:9 Y David dice:
Sea vuelto su convite en trampa y en red, 
En tropezadero y en retribución; 
11:10 Sean oscurecidos sus ojos para que no vean, 
Y agóbiales la espalda para siempre.
La narración de la búsqueda y la misericordia de Dios para con Israel es el enfoque de este capítulo.
Si trato de dar seguimiento al pensamiento de Pablo, me encuentro con la novedad de que una vez que se ha recapitulado el proceso de la salvación, vuelve a mirar la respuesta necia de su pueblo.
Me llama mucho la atención que pierdan los sentidos. No ven, no oyen y están en estupor.
Para los conocedores bíblicos hay un pasaje bien conocido en el AT, en donde se narra y se describe la tozudez con la que obra un hombre sin Dios. Se trata de la historia de Balaam y su burrita.
Permítanme entonces tomar el ejemplo que nace del libro de Números capítulo 22 y recrear estos momentos.
Posiblemente se parezcan mucho a muchos momentos de nuestra vida. Deje que el mismo Señor le hable y sea sensible a su voz.
Dios les bendiga
Pastor: Dr. Roberto Proaño

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