Lectura bíblica: Hechos 20:1-38(24)
Viaje de Pablo a Macedonia y Grecia
Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a Macedonia.2 Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarles con abundancia de palabras, llegó a Grecia.
3 Después de haber estado allí tres meses, y siéndole puestas asechanzas por los judíos para cuando se embarcase para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia.
4 Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.
5 Estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas.
6 Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde nos quedamos siete días.
Visita de despedida de Pablo en Troas
7 El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.
8 Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban reunidos;
9 y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño profundo, por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto.
10 Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándole, dijo: No os alarméis, pues está vivo.
11 Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba; y así salió.
12 Y llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados.
Viaje de Troas a Mileto
13 Nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger allí a Pablo, ya que así lo había determinado, queriendo él ir por tierra.
14 Cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándole a bordo, vinimos a Mitilene.
15 Navegando de allí, al día siguiente llegamos delante de Quío, y al otro día tomamos puerto en Samos; y habiendo hecho escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto.
16 Porque Pablo se había propuesto pasar de largo a Efeso, para no detenerse en Asia, pues se apresuraba por estar el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén.
Discurso de despedida de Pablo en Mileto
17 Enviando, pues, desde Mileto a Efeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia.
18 Cuando vinieron a él, les dijo:
Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia,
19 sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos;
20 y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,
21 testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.
22 Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer;
23 salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones.
24 Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
25 Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro.
26 Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos;
27 porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.
28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.
29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.
30 Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.
31 Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.
32 Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados.
33 Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado.
34 Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido.
35 En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.
36 Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos.
37 Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban,
38 doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, de que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco.
Había terminado el alboroto de la gran
diosa Diana de los efesios, los ánimos de los comerciantes judíos estaba en
alerta y en contra de os apóstoles, especialmente en contra de Pablo.
Su agenda contemplaba no como huir de los
judíos que no lo querían sino de cómo visitar laos hermanos que habían
conformado congregaciones de creyentes.
No le animaba la confrontación con los
detractores, le animaba visitar a los recién convertidos y se quedaba el tiempo
necesario para edificarlos.
A su retiro dejaba ancianos, y obispos
encargados de la congregación.
En este itinerario decide regresar por
Macedonia y esta vez le acompañan varios hermanos que representaban a cada
congregación a saber de Berea, de Tesalónica, de Derbe y de Asia.
Las jornadas náuticas eran largas.
Hacerse a la costa era disponerse a largas travesías marinas con paradas en
diferentes islotes.
Una de estas paradas fue en Troas, en
donde se sucede este hecho curioso.
Pablo les avisa que es su última visita y
entonces el culto fue prolongado y nadie quería irse. Al parecer el cansancio
ya hizo presa de uno de los asistentes, un tal Eutico, quien se dormilón en la
galería del segundo piso y se fue balcón abajo, provocando un escándalo porque
quedó muerto.
Pablo evidenció el hecho y se echó sobre
el y lo abrazó. Dijo entonces no os alarméis, está vivo.
Al instante se paró Eutico y esto sirvió
de gran bendición a los que presenciaron esta escena.
Entonces sale rumbo a Mileto, haciendo
escala antes de ir a Éfeso. Aquí al despedirse hace un recuento de todo lo que
le había costado levantar estas congregaciones. Les dice que su anhelo es
llegar a Jerusalén para la pascua, lo cual significaba apresurarse en un viaje
atravesando el Mar Grande.
Que discurso mas sentido de despedida,
termina con una oración de rodillas, orando con todos.
Le rodearon y le abrazaron llorando su
despedida. Con besos y mucho dolor lo despidieron.
Nos deja una enorme lección de solidaridad
entre los hermanos y además una lección de claridad de la tarea que un siervo
de Dios debe cumplir.
Unas son las lágrimas por los afectos y
otros son los planes de Dios en nuestra vida. Si hemos de viajar y movilizarnos
debe ser con la anuencia del ES y el acompañamiento de nuestros hermanos en Cristo.
Pastor Roberto Proaño
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