martes, 2 de agosto de 2011

Una Noticia Aterradora

1 Samuel 4:15-22 (21)

4:15 Era ya Elí de edad de noventa y ocho años, y sus ojos se habían oscurecido, de modo que no podía ver.
4:16 Dijo, pues, aquel hombre a Elí: Yo vengo de la batalla, he escapado hoy del combate. Y Elí dijo: ¿Qué ha acontecido, hijo mío?
4:17 Y el mensajero respondió diciendo: Israel huyó delante de los filisteos, y también fue hecha gran mortandad en el pueblo; y también tus dos hijos, Ofni y Finees, fueron muertos, y el arca de Dios ha sido tomada.
4:18 Y aconteció que cuando él hizo mención del arca de Dios, Elí cayó hacia atrás de la silla al lado de la puerta, y se desnucó y murió; porque era hombre viejo y pesado. Y había juzgado a Israel cuarenta años.
4:19 Y su nuera la mujer de Finees, que estaba encinta, cercana al alumbramiento, oyendo el rumor que el arca de Dios había sido tomada, y muertos su suegro y su marido, se inclinó y dio a luz; porque le sobrevinieron sus dolores de repente.
4:20 Y al tiempo que moría, le decían las que estaban junto a ella: No tengas temor, porque has dado a luz un hijo. Mas ella no respondió, ni se dio por entendida.
4:21 Y llamó al niño Icabod, diciendo: ¡Traspasada es la gloria de Israel! por haber sido tomada el arca de Dios, y por la muerte de su suegro y de su marido.
4:22 Dijo, pues: Traspasada es la gloria de Israel; porque ha sido tomada el arca de Dios.


“Y llamó al niño Icabod, diciendo ¡Traspasada es la gloria de Israel! por haber sido tomada el arca de Dios…” (1 Samuel 4:21).
El diccionario Strong da esta definición de la palabra que se traduce traspasada: “desnudar (espec. en sentido deshonroso); por implicación desterrados (cautivos que usualmente se les desnuda); … trasladar, traspasar…” En otras palabras, así como a los cautivos se les desnudaba para avergonzarlos despojándolos de su dignidad, el hecho de que el arca fuese trasladada o traspasada a los captores, era una vergüenza, la más grande humillación, PERO NO PARA DIOS. Al seguir la lectura se ve como Dios humilla a los dioses filisteos y avergüenza a los que osaron capturar el arca y que estos tiene que rogarle que los perdone y que se regrese a la tierra de los hebreos.
La vergüenza, la humillación es para los que invocamos el nombre de Dios, porque se ha puesto en evidencia lo vació de las confesiones de victoria, la hipocresía de llamar a Jesús Señor pero no hacer lo que Él manda, y tantas otras cosas que evidencian que en cuanto a principios, carácter y valores, no hay ninguna diferencia entre los “filisteos” y “el pueblo de Dios”. ¿Dónde está la gloria que se proclama cuando la corrupción corre abiertamente en la ciudad, cuando los cristianos no cumplen su palabra, cuando los valores éticos y morales son ignorados a cambio de dones, carisma, títulos y dinero, cuando los candidatos para dirigir la nación, en su mayoría carecen de valores éticos y morales? Y el señalamiento no es a ellos (los filisteos) sino a los que nos suponemos ser la luz y la sal. La Iglesia prefiere decir que es batalla espiritual, que el fin se acerca y el anticristo está a punto de manifestarse, que viene la gran tribulación, etc. pero la palabra de Dios sigue diciendo que es el pueblo de Dios el que debe arrepentirse y que entonces Dios obrará; la palabra de Dios sigue diciendo que la luz en las tinieblas resplandece y las tinieblas no la pueden apagar. La gran diferencia es que al pasarle la culpa al diablo, el pueblo se presenta como la víctima; pero al poner la responsabilidad donde la Biblia la pone, en el pueblo que invoca Su nombre, entonces la culpa es nuestra.
Consecuentemente, así como a la hora de la guerra, todo el griterío y júbilo del pueblo no sirvió para nada y fueron muertos en batalla, no es de sorprender que se sigan perdiendo batallas contra la inmoralidad rampante en el liderazgo, tanto político, eclesiástico, familiar como empresarial; no es de sorprender que la familia ya no sea el fundamento y núcleo de la sociedad; no es de sorprender que ya no haya respeto en las familias y consecuentemente, mucho menos fuera de ellas a los mayores, a la mujer, a los maestros etc. Es por esto que nos conviene recordar lo que dice Pedro:
“…Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios…Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador? De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien” (1 Pedro 4:15-19).

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